La comunicación imposible

Intentos y otros

22 mayo, 2007

Alonso Higa Fujiwara


Cumpleaños de mayo

Visito la prefectura de Gunma, a dos horas al norte de Tokio por la autopista moderna, gracias a la invitación de mi buen amigo Eikichi Tunoda. Con mucha cordialidad me recibe su familia y luego de las formalidades de rigor me animan a acompañarlos a dar una vuelta por el barrio antiguo de Ikaho.
Durante el trayecto Tunoda-san me habla de su trabajo y de cómo había mejorado su desempeño el último año. También ríe contándome anécdotas de sus compañeros en la fábrica de “Sawa Fuji”, pero extrañamente concede mucho detalle a un suceso reciente ocurrido en una fiesta infantil donde fue invitado:
“Me conmovió mucho el regalo del padre, enviado desde el extranjero para el cumpleaños del niño: un oso de felpa. A simple vista el muñeco no le gustó al pequeño, quien lo deja rápidamente con los demás obsequios, dando de brincos y reclamando un poco más de golosinas.”
Mi buen amigo queda en silencio por un rato –ya no sonríe- y luego, con notoria afectación, concluye:
“Qué tristeza la del padre, que por cuestiones de espacio está impedido de mostrar sus verdaderos afectos; entre su amor y el cariño del pequeño existen muchos kilómetros de distancia.”
Nuestro paseo queda plasmado en unas cuantas fotografías que la esposa de mi amigo ha tomado. Me despido rezando bendiciones.

Las tardes cálidas del Quinto Mes perturban mi ánimo, por ello el viaje de regreso es insoportable. “Qué tristeza la del padre” truena en mi conciencia, mientras veo los tejados decorados con carpas de colores por kodomo no hi.
Con los ojos humedecidos compongo la estrofa inicial de un poema que pienso culminar el día que se celebre el séptimo cumpleaños de mi niño:

Gracias a los hijos
las distancias
son más distantes.


Alonso Higa Fujiwara (Trujillo, 1971) es un nikkei peruano que ha emprendido viaje hacia el país de sus ancestros: Japón. Bachiller en literatura por San Marcos, trabaja como traductor al castellano en la Ueno Gakuen University, en Tokio. En Perú ha dejado a su hijo, Santiago Masahide, quien suele ser el principal motivo de sus textos. Tiene en preparación su primer libro que, a manera de diario de viaje, habla de sus vicisitudes en Nihon. Esta es su primera colaboración para este blog, donde publicará eventualmente para ir esbozando el cuerpo de su libro, escrito al estilo haibun.
En la foto: Acceso a Ikaho Shinrin Koen (Parque del bosque)
en Shibukawa-shi, Ikaho. Gunma.

17 mayo, 2007

Quién las hojas

Visito la Facultad de Letras de San Marcos después de mucho para asistir a la presentación del segundo poemario de mi gran amigo Miguel Ángel Sanz. Quién las hojas (Editorial Zignos, 2007) es un libro bien logrado, escrito y trabajado con espíritu de cirujano. Doce poemas impecables que nos transportan -con aparente ingenuidad- a una profunda reflexión sobre la esencia humana.
Aquí un poema:
VII

Una hoja
anda tras de ti con disimulo:

por las mañanas,
aguarda tras la puerta
a que salgas con premura rumbo del trabajo;

cuando vuelves por la tarde,
antes de doblar la esquina,
reconoce el sonido de tus pasos
entre miles de pasos que regresan;

si un día cruzas la calle de forma repentina,
ella presiente el final de tu huida
antes que siquiera te arrepientas,

y si por locura se te ocurre llegar de madrugada
como el único que vibra en medio de la noche,
se regocija con el calor de tus tobillos,
que resplandecen a su rostro como antorchas.

Una hoja
anda tras de ti con disimulo,
y tú, sencillamente, lo ignoras:

es la hoja de metal
que acaricia tu barbilla frente al espejo
camino de la tibieza de tu cuello;

la misma hoja acerada
que corta con tu ayuda las legumbres
a sólo unos milímetros de tus dedos;

es la hoja de cristal
que abres con confianza todas las mañanas
para llenarte de aire los pulmones;

aquella hoja de madera
que azotas con violencia
cuando irrumpes en tu cuarto desbordado de ira;

es la hoja de papel
que reposa por millares repetida
en la biblioteca que tanto proteges y visitas;

la misma hoja que acunas en tus manos,
que cobijas sobre tu seno
hasta quedarte dormido sobre el sofá.

La hoja
que anda tras de ti
cuenta con una paciencia inagotable:

sabe que cualquier día emprenderás
aquella excursión sin importancia por el bosque;

y ella estará ahí, esperándote,
junto a millones y millones de hermanas
cuando, de repente, te apetezca
dar un paseo solitario entre los árboles.
Miguel Ángel Sanz Chung
Quién las hojas

05 mayo, 2007

Kodomo no hi

Ruinas del castillo de Sato

Después de haber atravesado el vado de Tsukinowa llegamos a la posada de Senote. Cerca de la montaña, a ri y medio a la izquierda, se hallan las ruinas de la mansión de Shoji-Sato. Como nos dijeran que estaban en Sabano de Iitsuka, nos echamos a andar y preguntando por los caminos llegamos hasta Maruyama: ahí está el antiguo castillo de Shoji. Nos enseñaron lo que quedaba de la Gran Puerta en la falda del monte y los ojos se me humedecieron. En un viejo monasterio cercano se conservan todavía las estelas de la familia entera. Me conmovieron sobre todo los epitafios de las dos nueras. El llanto mojaba mis mangas mientras pensaba cómo estas dos mujeres, no obstante su sexo, habían inscrito sus nombres en los anales del valor. La estela que contemplaba merecía llamarse como aquella de la antigua China: “lápida grabada con lágrimas”. Entré en el templo y pedí una taza de té. Ahí enseñan como tesoros la espada de Yoshitsune y el morral de Benkei. Hoy es el primero del Quinto Mes.

Espada y morral:
Fiesta de Muchachos,
banderas de papel…*

* El día cinco del Quinto Mes es la Fiesta de los Varones. Las familias con niños tienen la costumbre de colocar muñecos vestidos de guerreros, yelmos y otros arreos bélicos en el salón principal de la casa, adornados con astas de bandera y grandes carpas de tela. La carpa, que nada contra la corriente, es símbolo del valor.
Matsuo Basho. Sendas de Oku
(traducción de Octavio Paz
y Eikichi Hayashiya)

03 mayo, 2007

Hermosas hijas de...

Breve ensayo antológico -dizque psicoanalítico- sobre los legados familiares de tres poetas peruanas del nuevo siglo


En una cabaña finaliza un lío brutal.
- ¡Vete a la mierda!- le gritó su mamá a Caperucita.
Ella cargó su canastita
y no supo qué camino tomar.

Tilsa
Los jóvenes poetas construimos –como unos niños- nuestras personalidades a partir de la parodia y copia de nuestros padres (presentes o ausentes) y demás familiares, regresionando a los dichosos caminos de la infancia. A esto responden nuestros primeros poemas vivenciales (terapéuticos, parricidas y fraticidas), como una calle honda que se recorre muchas veces con la intención de encontrar algo olvidado por la memoria inmediata.
Por ello, a partir de una lectura ingenua y antojadiza, me atrevo a seleccionar a tres jóvenes poetas peruanas que han tocado de manera desacralizada el tierno espacio familiar. Reconozco que muchas de ellas lo hacen furibundamente, pero sin dejar de lado la precoz aceptación que la mejor manera de convertir a nuestros padres en nuestros hijos es “cortándoles la cabeza". Pero también hay en ellas la nobleza y severidad para estimar el hogar que tanto tiempo reprodujo el dolor o la felicidad de la herencia.
Bueno, sin ánimo de extenderme más sobre estos ejercicios de purificación, dejo ante los ojos críticos la discreción o acierto de este compendio poético mínimo.
Erika Almenara. Lima, 1978. Tiene publicado Reino cerrado (Santo Oficio, 2006)

IX.

Un nuevo golpe arremete,
soy solo el cuerpo
ya no hay más voces que la mía:
sin embargo,
adentro hay una guerra,
una guerra que se gesta desde la palabra no dicha.

¿Cómo debo entender tus ojos?
¿Tu cabello cano es en realidad cano?
Dime hija de quién soy,
cuerpo de quién soy.
(Reino cerrado)
Alexandra Tenorio Carranza. Lima, 1982. Ha publicado el libro de poesía porta/retrato (Campo de Gules, 2005).

Retrato (casa)

Mi madre deshoja la lechuga
inocente al paso de los días.
Mi papá lee el periódico
buscando buenas nuevas
y mi casa es un pequeño bunker
contra bombas.
Con demasiados espejos mentirosos.
Con secretos bajo las losetas.
Mi casa es un altar para almas
(por eso me persigno en las iglesias).
Mi abuelo tiene 99 años
ahora duerme
pero es un ciclón arrasa cosas.
Mi hermano ha crecido mucho
y es demasiado inteligente.
Mi casa,
donde siempre hay amigos y café
donde las paredes tienen micrófonos y audífonos
donde poner llave a la puerta es un pecado.
Mi casa,
donde se escribe mi vida
en los espacios blancos.
Es tan chica
tan grande
y tan chica de nuevo
que ya puedo quedar atrapada
entre sus cuartos.
Y yo,
que a veces soy una sombra
encendiendo luces
para llegar a algún lado.
(porta/retrato)
Romy Sordómez Patiño. Lima, 1982. Posee los siguientes libros: Vuelta alrededor del parque (Sociedad Elefante, 2001), Vacas negras en la noche (Sarita Cartonera, 2004) y Présago (Santo Oficio, 2005).

Quien sabrá
si de la madre de mi madre
herede el tamaño y la posición de sus lunares
como se hereda el cáncer al seno izquierdo
como se hereda la maternidad de dos crías
herede la sordera de su oído derecho
como se hereda la afición por la caza
como se hereda el judaísmo
herede su ceño fruncido
como se hereda la temprana edad de la muerte
como se hereda el sabor agridulce de la saliva.

Quién sabrá
si para mi deleite o mi fastidio
de la madre de mi madre
herede un nieto arqueólogo,
una nieta poeta
cuya única obsesión
sea hablar de la madre de su madre
encontrada muerta a los 63 años
en su vieja habitación de la calle Owen
o herede tan solo los lunares
la sordera
el ceño funcido.
(Vacas negras en la noche)