La comunicación imposible

Intentos y otros

28 setiembre, 2007

Buen viaje

Haciendo de mi vida un acumulado de testimonios -de acuerdo a mis afectos-, te escribo estas palabras, Chapi, para saludar tu valentía. Espero que tu viaje esté cargado de "buen viento" y que tus proyectos alumbren tu espíritu. Te lo mereces.
Keru yama
ari to wa kikedo
harugasumi
tachiwakarenaba
koishikarubeshi.
Toshihada Ki
Que este poema sirva de confesión, de espasmo y desahogo.
Que sirva para decirte tantas cosas
que lo evidente aplasta.
Que estas palabras -templadas de pena y confusión-
valgan como una breve despedida.

Yo, que soy tan chico,
me rindo ante la grandeza de tu corazón.
Muchas gracias por todo
y más.

Se arriesga un beso para acallar la pena

No lo supe. Me permití un desbande,
lagrimas de bronce durante años y mi pequeño
sucumbiendo al delirio de su padre.
No lo supe, porque aplaqué mi alma
con un guijarro de muerte y rencor
malqueriendo a quien no decía nada
(y por no decir nada, golpe a golpe mi odio).

Ahora veo. Pero la música es otra: la soledad
es otra ¡más soledad que nunca! más miseria
de yo mismo y quienes me acompañan,
porque así lo entiendo (porque no está mamá)
y qué rabia la mordida del que no tiene boca
esperando esa verdad, que me dice, y no quiero.

Ahora veo. Lo sé. Pero me permití la calle
y la juventud prestada para otro ser humano
luchando a muerte cada una de sus partes
como mías, como mi sangre y mi polvo.
Torpe la torpeza de mi tarea:
la caricia del que no quiere que se le toque.

Y te preguntarás ¿el niño?
Allí, clamando por la paz y el amor
que se derramaba en beso para acallar la pena.

No lo supe: discúlpame querida mía.
Perdona el enrollo de estas palabras,
la herida de estos años toscos.
No lo supe. El sabor de lo ganado y lo perdido:
allí estabas tú.
D.A.S.B.

22 setiembre, 2007

Extraditando el dolor

Ayer, mientras veía las noticias, se me presentaron algunas ideas en la cabeza. La primera, sin duda la menos penosa, que la justicia peruana ha demostrado efectividad como nunca antes (disculpen la falta de entusiasmo y la tristeza). La segunda, que me toca un poco más, es que la llegada al país de Alberto Fujimori más que celebrarla hay que sufrirla, esperando que el dolor no agite nuestra memoria afrentada.
Hoy, cuando desperté, recordé un poema del último libro de Luis Fernando Chueca –quién vive de una manera distinta los sombríos temas de la muerte- que de alguna manera sirve de testimonio de la década del fujimorato. Aquí el texto.


Documental

Un video narra las horas finales de Pompeya en el año 79 dC. Explica el arqueólogo que el motivo de la muerte de sus habitantes no fue la lava del Vesubio sobre los cuerpos, sino el contacto de estos con una temperatura superior a los 500 grados. "La coloración rojiza hallada en algunos cráneos es una particular incógnita. Podría ser el cerebro que comenzó a desbordarse previamente a la explosión. El calor fue tan intenso que puso a hervir el cerebro antes de estallar", anota fríamente.
Ensayo esa misma frialdad documental en este poema y añado, sobre acontecimientos más cercanos: "Lo que quedaba de los cuerpos fue entregado a los familiares en cajas de leche Gloria. Poco antes se hallaron, enterrados, camino a Cieneguilla, restos de un maxilar superior y cinco dientes, el cráneo de una mujer con un agujero de bala, retazos de un pantalón calcinado y un juego de llaves, que permitió identificar a las víctimas y seguir la pista de los cuerpos embolsados". O transcribo, en un nuevo giro, el comentario de un marino que explica que, a diferencia del Ejército, en su arma a los detenidos "los matan desnudos para que no los reconozcan, ni sortijas ni aretes, ni zapatos ni ropa interior. Y las prendas las queman".
Ni el asíndeton he tenido que inventarme. Y menos las imágenes o la contraposición.
Me pregunto si hay algo que aumentar en este poema.
(Contemplación de los cuerpos. Estruendomudo, 2005)