5. Romy Sordómez (Lima, 1982)
Cada poema de Romy Sordómez muestra un vigor y una fuerza que –disculpando el prejuicio y la ligereza- escapa a lo escrito por muchas poetas que, desde los años 80’s, se dedicaron a explorar y a explotar el “cuerpo” a manera de emancipación de género (como reivindicación de lo “femenino”). Felizmente la poesía de Sordómez escapa a cualquier categorización de este tipo, porque muchas veces plantea su voz de manera ambigua o juega a intercambiar roles sin escrúpulo alguno. En esta libertad se basa la potencia de su voz, que muchas veces es descarnada para hablar de su condición humana.
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Esta manera descarnada de encarar las vicisitudes de la vida, ha llevado a la poeta a desarrollar mucho los conflictos que se generan en el seno familiar. La autoafirmación dentro del complejo aparato de crianza del hogar, la lleva a confrontar los papeles maternos y paternos, para desacralizar el vínculo de herencia “padre-hijo”, que muchas veces tiene dimensiones funestas.
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Este factor oscuro, ligado casi siempre a la muerte, le permite purificar el alma, alcanzando la plenitud con la expiración del cuerpo. A pesar de ello, nunca se pierde el equilibrio, pues le otorga a la vida (a la supervivencia o la existencia misma) un papel preponderante: los poemas no terminan siendo pesimistas. El vínculo con la muerte, es bueno ratificarlo, es liberador.
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Ha publicado dos libros: Vacas negras en la noche (Sarita Cartonera, 2004) y Présago (Santo oficio, 2005). El primero es un compilado de poemas independientes escritos durante la universidad, que mantienen una estricta relación con el primer conjunto de poemas que publica de manera artesanal (como plaqueta), cuando pertenecía al Grupo de Creación y Publicación Literaria Sociedad Elefante: Vuelta alrededor del parque (Sociedad Elefante, 2002); incluso algunos de los poemas aparecen en ambas publicaciones. Pero es en Présago donde se siente el trabajo de la poeta en querer estructurar un libro; incluso, para ser más exactos, se trata de un poema largo dividido en cuatro partes, que explota de manera integral las características mencionadas anteriormente.
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Para conocer mejor la obra de Sordómez, aquí dejo algunos poemas suyos:
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Si hubiese nacido a las 15:00 horas
del segundo jueves de junio del año 37
sería un jazzista negro con saxofón en mano
tocando en los honky tonos de New Orleans;
no levantaría la ceja derecha cuando soplo
ni tocaría la cítara a medianoche cuando no te veo llegar,
no sufriría de turet
ni asistiría al psiquiatra dos veces por semana,
no fumaría una cajetilla de cigarros a diario
ni rechazaría a los perros por temor a que orinen
encima de mí.
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Pero lamentablemente,
resulta ser que no soy nada de lo que hubiese sido
de haber nacido en la fecha apropiada.
Y aunque no soy negro
ni saxofonista
ni conozco New Orleáns,
a la mañana siguiente
nuevamente pensaré en lo que no he sido
por no haber nacido el segundo jueves de junio del año 37;
resignándome a haber nacido el día de la salamandra
que pocas veces cae jueves
y que a las 15:00 horas
me recuerda a un jazzista negro con saxofón en mano
tocando en los honky tonos de New Orleans.
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(de Vuelta alrededor del parque)
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Quién sabrá
si de la madre de mi madre
herede el tamaño y la posición de sus lunares
como se hereda el cáncer al seno izquierdo
como se hereda la maternidad de dos crías
herede la sordera de su oído derecho
como se hereda la afición por la caza
como se hereda el judaísmo
herede su ceño fruncido
como se hereda la temprana edad de la muerte
como se hereda el sabor agridulce de la saliva.
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Quién sabrá
si para mi deleite o mi fastidio
de la madre de mi madre
herede un nieto arqueólogo,
una nieta poeta
cuya única obsesión
sea hablar de la madre de su madre
encontrada muerta a los 63 años
en su vieja habitación de la calle Owen
o herede tan solo los lunares
la sordera
el ceño fruncido.
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(de Vacas negras en la noche)
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III
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A la izquierda del padre,
en cuclillas,
entrecruzados los dedos
haciendo la señal del incesto
siento el aroma de flores secas
esparciéndose alrededor de mi cuello
bajo las manos de mujeres
que susurrando a mi oído
me hacen saber lo hermoso
que me veré colgado.
El tumulto se agita,
repite mi nombre,
y siento mi sangre en un recorrido
misterioso dentro de mis venas;
mi corazón respira libre
como jamás lo hizo
mientras los hombres preparan el vino
y aderezan el pescado
tal como hicieron la noche
que recibieron a mi padre
y al padre de mi padre.
Tanta multitud festejando y
recibiendo mi cuerpo
entregado hace años
a una mujer poco agraciada
que amó incansablemente
a los hijos que no nacieron,
a los jóvenes amantes que babearon
mis labios.
El griterío de los niños
eriza mi piel;
un hombre ahuma el pescado
alejando las moscas que se aproximan
y revolotean alrededor de la carne,
esperando que la bruma acaricie
torpemente mi cuello.
No puedo ocultar el regocijo en mi rostro,
los niños esperando ansiosos
que pronto enderece las piernas,
camine los 13 escalones que separan
el cadalso del suelo,
enrosque la soguilla a mi cuello
y sonría a
Fuerte y poderoso
subo cada escalón
con los brazos en posición de vuelo,
despidiendo las anchas calles
que dejaron circular mi espíritu violento.
En esta hora,
los recuerdos invaden mi sangre,
me aprehenden fuertemente
provocando un temblor en mis pulmones
y viene a mi mente
la muchacha de 19 años
que escuchó, por última vez,
en labios de su amigo judío
el tarareo de una vieja canción rusa;
el muchacho de pies atrofiados,
adaptado a la caminata lenta
de su anciano padre,
alejándose entre los árboles.
Y viene a mi mente
los ojos de algunos observando
desnuda a la mujer orate,
cuyos pechos levanta con orgullo
gritando que si hombre se acercó
una noche a ella
le dio un beso en los labios
partió a la guerra
mas nunca regresó.
Y viene a mi mente
el pájaro bergamota
colgado de una rama fina
que desaparece contemplando
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(de Présago)
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