La comunicación imposible

Intentos y otros

18 enero, 2011

La década recién termina: diez poetas de los últimos diez años

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Acabado el 2009, pensé que la década pasada, que en lo personal había fortalecido mi vida con vigor, había terminado muy bien; diez años en azul, entre matices de rojo y amarillo, pero sobre todo en azul. Pero, atentando en contra de mis magros conocimientos matemáticos, resulta que para muchos la primera década del siglo XXI recién concluyó en el 2010. Eso lo digo porque muchos recuentos históricos en diarios, revistas y magazines televisivos han facturado sendos recuentos de los momentos más valiosos de estos primeros 10 años del nuevo siglo; en este maremagnum de recuentos no han faltado tampoco los de literatura. Bueno, esto no varió en nada mi percepción anunciada en las primeras líneas, pero ciertamente removió en mí algunos sentimientos ya dejados de lado, llenos de agradecimiento y orgullo por haber vivido intensamente durante el decenio en cuestión. De esta manera, y aceptando que mi pequeño-burguesa vida de maestro todavía me permite trivialidades, quiero celebrar –otra vez- el fin de la década apelando al “hilo conductor” de la gran mayoría de mis dichas: la poesía.

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Claro, lo honesto es revisar lo importante que ha sido para mí la poesía en su totalidad, concretamente (si se pudiera), pero es difícil cuantificar algo tan etéreo y volátil. Por ello, a manera de saludable estima, quiero discurrir sólo por algunas de mis lecturas de estos últimos años: comentar a diez autores que me han “movido” con su obra poética. En este sentido, quiero mostrar los lazos que me unen a estos autores, tanto por las semejanzas en el quehacer poético o por el hecho de compartir experiencias. Sólo quiero restringirme a diez poetas porque son los que honestamente he releído durante esta década y que, también, emprendieron su carrera literaria en dichos años. Autores cercanos por muchas razones, pero sobre todo, por ese espíritu “de cuerpo generacional” que, sin afán teórico, comparto con ellos.
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Ya me hubiera gustado leer más libros y compartir más con otros autores de la denominada “generación post-2000”, pero las carencias propias de un aficionado a la poesía como yo, así como el poco rigor académico que presento, me han limitado muchísimo. Por ello, que este recuento personal solo sirva de ejercicio de sinceridad, de celebración poética y de merecido reconocimiento a los autores en cuestión. Nada más.

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Sin otra aclaración, empiezo a postear. Sólo quedaría por decir -como lo haría mi viejo-: “larga vida al rock’n roll, larga vida a la vida”. Salud.

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D.A.S.B.

5. Romy Sordómez (Lima, 1982)

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Cada poema de Romy Sordómez muestra un vigor y una fuerza que –disculpando el prejuicio y la ligereza- escapa a lo escrito por muchas poetas que, desde los años 80’s, se dedicaron a explorar y a explotar el “cuerpo” a manera de emancipación de género (como reivindicación de lo “femenino”). Felizmente la poesía de Sordómez escapa a cualquier categorización de este tipo, porque muchas veces plantea su voz de manera ambigua o juega a intercambiar roles sin escrúpulo alguno. En esta libertad se basa la potencia de su voz, que muchas veces es descarnada para hablar de su condición humana.

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Esta manera descarnada de encarar las vicisitudes de la vida, ha llevado a la poeta a desarrollar mucho los conflictos que se generan en el seno familiar. La autoafirmación dentro del complejo aparato de crianza del hogar, la lleva a confrontar los papeles maternos y paternos, para desacralizar el vínculo de herencia “padre-hijo”, que muchas veces tiene dimensiones funestas.

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Este factor oscuro, ligado casi siempre a la muerte, le permite purificar el alma, alcanzando la plenitud con la expiración del cuerpo. A pesar de ello, nunca se pierde el equilibrio, pues le otorga a la vida (a la supervivencia o la existencia misma) un papel preponderante: los poemas no terminan siendo pesimistas. El vínculo con la muerte, es bueno ratificarlo, es liberador.

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Ha publicado dos libros: Vacas negras en la noche (Sarita Cartonera, 2004) y Présago (Santo oficio, 2005). El primero es un compilado de poemas independientes escritos durante la universidad, que mantienen una estricta relación con el primer conjunto de poemas que publica de manera artesanal (como plaqueta), cuando pertenecía al Grupo de Creación y Publicación Literaria Sociedad Elefante: Vuelta alrededor del parque (Sociedad Elefante, 2002); incluso algunos de los poemas aparecen en ambas publicaciones. Pero es en Présago donde se siente el trabajo de la poeta en querer estructurar un libro; incluso, para ser más exactos, se trata de un poema largo dividido en cuatro partes, que explota de manera integral las características mencionadas anteriormente.

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Para conocer mejor la obra de Sordómez, aquí dejo algunos poemas suyos:

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Si hubiese nacido a las 15:00 horas

del segundo jueves de junio del año 37

sería un jazzista negro con saxofón en mano

tocando en los honky tonos de New Orleans;

no levantaría la ceja derecha cuando soplo

ni tocaría la cítara a medianoche cuando no te veo llegar,

no sufriría de turet

ni asistiría al psiquiatra dos veces por semana,

no fumaría una cajetilla de cigarros a diario

ni rechazaría a los perros por temor a que orinen

encima de mí.

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Pero lamentablemente,

resulta ser que no soy nada de lo que hubiese sido

de haber nacido en la fecha apropiada.

Y aunque no soy negro

ni saxofonista

ni conozco New Orleáns,

a la mañana siguiente

nuevamente pensaré en lo que no he sido

por no haber nacido el segundo jueves de junio del año 37;

resignándome a haber nacido el día de la salamandra

que pocas veces cae jueves

y que a las 15:00 horas

me recuerda a un jazzista negro con saxofón en mano

tocando en los honky tonos de New Orleans.

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(de Vuelta alrededor del parque)

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Quién sabrá

si de la madre de mi madre

herede el tamaño y la posición de sus lunares

como se hereda el cáncer al seno izquierdo

como se hereda la maternidad de dos crías

herede la sordera de su oído derecho

como se hereda la afición por la caza

como se hereda el judaísmo

herede su ceño fruncido

como se hereda la temprana edad de la muerte

como se hereda el sabor agridulce de la saliva.

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Quién sabrá

si para mi deleite o mi fastidio

de la madre de mi madre

herede un nieto arqueólogo,

una nieta poeta

cuya única obsesión

sea hablar de la madre de su madre

encontrada muerta a los 63 años

en su vieja habitación de la calle Owen

o herede tan solo los lunares

la sordera

el ceño fruncido.

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(de Vacas negras en la noche)

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III

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A la izquierda del padre,

en cuclillas,

entrecruzados los dedos

haciendo la señal del incesto

siento el aroma de flores secas

esparciéndose alrededor de mi cuello

bajo las manos de mujeres

que susurrando a mi oído

me hacen saber lo hermoso

que me veré colgado.

El tumulto se agita,

repite mi nombre,

y siento mi sangre en un recorrido

misterioso dentro de mis venas;

mi corazón respira libre

como jamás lo hizo

mientras los hombres preparan el vino

y aderezan el pescado

tal como hicieron la noche

que recibieron a mi padre

y al padre de mi padre.

Tanta multitud festejando y

recibiendo mi cuerpo

entregado hace años

a una mujer poco agraciada

que amó incansablemente

a los hijos que no nacieron,

a los jóvenes amantes que babearon

mis labios.

El griterío de los niños

eriza mi piel;

un hombre ahuma el pescado

alejando las moscas que se aproximan

y revolotean alrededor de la carne,

esperando que la bruma acaricie

torpemente mi cuello.

No puedo ocultar el regocijo en mi rostro,

los niños esperando ansiosos

que pronto enderece las piernas,

camine los 13 escalones que separan

el cadalso del suelo,

enrosque la soguilla a mi cuello

y sonría a la Luna.

Fuerte y poderoso

subo cada escalón

con los brazos en posición de vuelo,

despidiendo las anchas calles

que dejaron circular mi espíritu violento.

En esta hora,

los recuerdos invaden mi sangre,

me aprehenden fuertemente

provocando un temblor en mis pulmones

y viene a mi mente

la muchacha de 19 años

que escuchó, por última vez,

en labios de su amigo judío

el tarareo de una vieja canción rusa;

el muchacho de pies atrofiados,

adaptado a la caminata lenta

de su anciano padre,

alejándose entre los árboles.

Y viene a mi mente

los ojos de algunos observando

desnuda a la mujer orate,

cuyos pechos levanta con orgullo

gritando que si hombre se acercó

una noche a ella

le dio un beso en los labios

partió a la guerra

mas nunca regresó.

Y viene a mi mente

el pájaro bergamota

colgado de una rama fina

que desaparece contemplando

la Luna colmada.

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(de Présago)

4. Paul Guillén (Ica, 1976)

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Con una profunda preocupación por el oficio poético, Paul Guillén, ha constituido una generosa obra que no solo está marcada por la escritura creativa, sino también, por el comentario y la crítica literaria (además de ser un voluntarioso antologador y difusor de la poesía peruana de todos los tiempos).

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Este espíritu de continuo cuestionamiento del quehacer poético, también se muestra en su poesía, que toma como reflexión central al genio creador. Esta poesis tiene marcados vínculos con “lo oculto”, porque trata de echar por debajo las cuestiones tradicionales del origen mismo de la creación poética: así como no existe una sola creencia y explicación religiosa del origen de la vida, tampoco existe una sola manera de entender el principio poético.

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Este miramiento por lo oscuro se deja sentir –con especial énfasis- en La transformación de los metales (tRpode, 2005), donde los poemas (casi siempre herméticos) abren una conversación soterrada con la interioridad del autor, practicando una poesía implosiva “con un lenguaje arriesgado y denso que oscila permanentemente entre el oscurecimiento y la irradiación” (como dice Carlos López Degregori en la contracarátula del libro).

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Por su parte, Historia secreta (Lustra-Centro Cultural de España, 2008) es una alabanza al amor pasional (siempre vinculado a la poesía), donde palpita, también, un secreto goce por el dolor que genera cuando se pierde: “Ah, la historia secreta, entre su cuerpo cavernoso y el poema, nada encontrarás” (p. 45). Un libro de muy buena factura.

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Aquí algunos poemas de Guillén:

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Prelusión

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Por largo tiempo traté de imitar tus metros y tu estilo

ranas de un sauce que se quiebran y lloran

pero ahora veo que desde tus vestales resurge una esfera plana

y que angelicalmente escuchas una voz muerta y agrietada

es porque has hablado con tus manos y has roto los pergaminos

que encerraban tu sabiduría

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Has preferido encerrarte dentro de una mandrágora

y desde allí decirnos que el tiempo es otro

y que tú también eres ya otro

nosotros venimos a ti para escuchar

la historia que no conocemos

tus palabras suenan líquidas con la lluvia

tus ojos ven sombras que no podemos ver

sólo queremos un guía en este camino

no venimos a salmodiarte como si fueras un dios terrestre

es sólo que escuchamos el llamado y emprendemos una travesía

por los cuatro costados de nuestra herida humana

tu vagina es la herida que queremos sanar con nuestras voces

el pez nos mira distante desde la arena del fondo

y brinda con nosotros por nuestra futurua recua

y espanto

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Ahora,

prosigue a descubrir nuestras formas y colores

es una anunciación del espanto

de vírgenes en vela y del negror de los rostros

ángeles extasiados rondando por los callejones

esta plazoleta no tiene nada de ti

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Acaso hablaré en el vacío de tu rostro

o buscaré tus pasos detrás de tu cabellera de fuego

o haré muchas cosas para encontrarte y no comprenderte

tantos rostros y no poder comprender a ninguna

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La vida es un vidrio desquiciado que nos entrega

sus fragmentos por minutos

y nos hinca los pies

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La sangre sobre el pedrusco del camino

nos indica nuestro sexo

nuestro olor a animales muertos

y la fiebre que vino a rondar al séptimo día

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(de La transformación de los metales)

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Los ahorcados

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A José Pancorvo

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Góngora Gólgota pinta los campos con tus estrellas

Pacen los carpos y amatistan los falderones

La gota de mi abuelo no es el mismo ganglio

Que pende de tu cuello agrietado

Glándulas gladiolan los glaciares

Giróvagas los glaucos edulcorados

Breve estrofa del decir con la garganta

Argéntea línea de la gonorrea

Más gambica que los grandes almanaques

Glaciar de la mente glaucomaza

Entonces la poesía era como glosa

De gibaceo

Gragea de oro líquido inhumana

La poesía era como glándula dispersa

Como una S enroscada a tu garganta

Garfios gluten las cabezas de las ollas

Los ojos bien gnómicos

Una vez más la poesía era azul como la nada

Los cráneos de los desposeídos giraban

En la girándula

Gramíneas alumbran el horizonte

El banquete final de la escollera

Una sopa de sesos bien negra

Satán en el rompeolas deglute los cráneos

& trastorna el paso de los cometas

Todo el cosmos se enrumba hacia otro tridente

Todo el tiempo se agrieta

Cincel negro de la penumbra

La poesía era oscura como virgen

La poesía era oscura

Como línea negra del horizonte

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(de Historia secreta)

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Ningún limbo bajo el sol

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“Tanto te soñé desnuda que he perdido el Sol”

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1.

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El revés de las cosas pierde su realidad y se convierte en un cable pelado, un sol que alumbra las estaciones se detiene en la ficción de lo existente, la luz del día girando en el poema.

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Imagina lo blanco sobre lo blanco, su sombra, su contorno, el perfil de la materia y la trilogía del mar, una galaxia entera fallece entre los restos de tu rostro pétreo.

En el prado: la música, los insectos, las lágrimas caen sobre los pétalos y vomitan sobre un rosal sanguíneo y curvo.

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Tus ojos ven la ebullición de una espina en la córnea, y el poema empieza a sangrar y desfallecer de nuevo. Y en el incendio de esta fiesta pienso y me consumo aguantando el mundo que me aprisiona y me asfixia – no poder arriesgar el seso ni las manos el silencio, si me acompañas una noche por este camino varías que lo obsceno es más negro que mis venas. En este instante no desarmes mis palabras no desarmes mis instancias mis esencias de oro verde.

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La herida estalla como un látigo en el poema, el dolor se acrece en los pantanos, pero tu dolo inasible bajo las formas del absente vive en es boca callada – evocas la combustión del mundo de los planetas ese corazón putrefacto que se quiebra a pedazos gélidos, humana Capital de las dolencias, derruida en el recuerdo y el absurdo.

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Pero tú vuelves al poema.

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No puedo rendirme en conseguir la imagen perfecta debo pronunciar miles de palabras para encontrarte o perseguirte: “y sí, Amor es una bella palabra”. Desde el amor, el poema se niega a seguirme, se aleja cada día más negando la convicción que antes tenía, desde el silencio, se niega en arribar a la otra margen. Ese cable pelado que destila la ponzoña del mundo – nudos que contradicen la armonía de los crepúsculos ¿para qué seguir nombrándote y seguir sufriendo en el poema?

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(de Historia secreta)

3. Diego Molina Rey de Castro (Arequipa, 1978)

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Un espíritu cosmopolita, una voz abierta al mundo que –incansablemente- repite los ecos de lo que sucede en lugares infranqueables por la distancia. Esta es la primera idea que viene luego de leer a Diego Molina, poeta que, influenciado por la vertiente anglosajona y norteamericana de la poesía del siglo XX, muestra un aire muy diferente a lo que la tradición poética peruana de los últimos años ha ido mostrando.

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También, profundamente influenciado por el rock del 60, 70 y 80, vierte en sus poemas un lirismo sucio, propio de poetas (y compositores) como Leonard Cohen o Bod Dylan, seres sueltos en metrópolis gigantescas sintiendo los cambios veloces de la gente, la historia, o la ciudad misma, con intensidad.

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Molina Rey de Castro, en su libro Expresotranceuropeo (Tetramerón, U. de Lima, 2003), compra boleto para un viaje delirante por el Viejo continente, incorporando a su experiencia –cual imán- imágenes grotescas de la sociedad del “Primer mundo”; una revisión rápida por los vicios de los últimos tiempos. Y en Homesick (Lustra-Centro Cultural de España, 2008) el poeta, perdido en medio de un carnaval en Washington, elucubra ideas sobre la realidad del mundo en una larga caminata, donde aparecen y desapareen personajes como Kat Powers, John Lennon, Yukio Mishima, Charles Heston o William Borroughs (entre otros). Este último libro, es sin duda, el ejercicio más completo de cosmopolitismo del autor. Pero eso, a pesar de lo que aparenta, nos deja un sabor amargo, una melancolía que trasunta cada uno de sus versos.

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Aquí algunos poemas de los libros mencionados (hacer clik sobre las imágenes para mejor lectura).

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(de Expresotranceuropeo, en Tetramerón, U. de Lima, 2003)

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(de Homesick, Lustra-Centro Cultural de España, 2008)
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(de Homesick, Lustra-Centro Cultural de España, 2008)

2. José Agustín Haya de la Torre (Lima, 1981)

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Qué preocupación tan grande es, para los cultores de la escritura literaria, encontrar un lenguaje propio, lo suficientemente directo para cumplir con las funciones comunicantes, pero hermosamente único. Suerte de aquel quien lo encuentra sin mucho trabajo, pero mayor fortuna tendrá quien lucha para hallarlo y persevera: en esta tensión aparecerá el verdadero oficio del poeta.

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José Agustín es un obrero de la poesía, un verdadero trabajador del lenguaje que ha discurrido meticulosamente por diferentes registros para ir armando su manera personal de hablar dentro del poema. Como el poeta comprometido que es, ha hurgado en los recovecos más insospechados del lenguaje para tratar de extraerle el néctar lírico: un sonido esencial, intrínsecamente comunicante. Allí muestra su compromiso, en la búsqueda de dicha esencia.

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Las imágenes que acompañan estas experiencias verbales sirven de mosaico fractal, de conductores del subconsciente (a manera de back up de la experiencia), que en este caso, siempre tienen condición sombría: Haya de la Torre encuentra en las pulsaciones de la muerte el germen de la vida, un oximoron continuo, tan intrínseco como la exploración misma del lenguaje esencial. ¡Cómo claudicar ante tamaña responsabilidad!

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En japonés se conoce como engi a la virtud de comprometerse en la investigación -de por vida- de algún tema, donde “el fin” (o la finalidad) es “el medio” (el solo acto de buscar, la experiencia en la búsqueda). Creo que este concepto oriental representa muy bien el trabajo de José Agustín.

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Tiene publicados dos libros: Canto de la herrumbre (Lustra, 2006) y Nocturno del alba (Lustra-Centro Cultural de España, 2008). Pero es muy importante incluir a esta bibliografía el conjunto de poemas de la plaqueta En memoria (Sociedad Elefante, 2002) que publicó de manera artesanal, cuando formaba parte del Grupo de Creación y Publicación Literaria Sociedad Elefante, en donde se encuentran textos que vislumbran muy bien el engi del poeta (del que estábamos hablando).

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Aquí algunos poemas de sus libros (hacer clik para lectura):

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(de En memoria)

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(de Canto de la herrumbre)

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(de Nocturno del Alba)

1. Roberto Zariquiey (Lima, 1979)

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La mirada atenta del poeta permite descubrir y ennoblecer ciertos detalles que, para el escrutinio rápido del transeúnte, pasarían desapercibidos. Incluso, en medio de nuestra gran ciudad debemos ver más allá de lo superficial, para encontrar tesoros “escondidos” al ojo desatento: los aportes trascendentes de las personas que ya no están, el color de los jardines desaparecidos, las fuertes estructuras de las moradas que ya no están de pie. En este sentido, cualquier paraje se presta para la arqueología poética, para la rigurosidad de la contemplación. Allí encontramos a Roberto Zariquiey, buscando detrás de lo aparente con sutileza, con paciencia de arqueólogo (analogía nunca más acertada) para mostrarnos a nosotros, los torpes transeúntes, lo que está allí y saltamos inadvertidamente.

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Además de las imágenes, también el poeta debe tener conciencia de cómo trabajar las palabras, cómo afinar la voz que nos habla desde el poema, para situarnos en el lugar y en el momento único del poema: para decirnos lo justo y necesario. Así, Zariquiey ensaya pocos registros que apelan a construir personajes sólidos, como en su último libro, que incluso representan diferentes regiones del país.

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Con tres poemarios, Lo torpe (Corsafragil, 2001), Un charco en la otra cuadra (Corsafragil, 2004) y Tratado de arqueología peruana (PUCP, 2005), así como varios libros de estudios lingüísticos de culturas aborígenes selváticas, ha forjado una obra que, a pesar del largo silencio poético (después de Tratado de arqueología peruana -un libro imprescindible en la poesía peruana última), es sólida y auspiciosa. Nos gustaría encontrarlo nuevamente, ya consolidado.

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en Chavín de Huántar

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uno puede escuchar a la pareja de muchachitos

que hace dos mil quinientos años

esquivando los cuidados de guardias y sacerdotes

llegó hasta la piedra ceremonial

para hacerse el amor

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uno puede intuir las faldas levantándose

los senos abiertos ante la noche estrellada

las estelas y monolitos como ciegos observadores

(ambos se recuestan y sienten el frío de la roca

los pigmentos antiguos y frescos de sangre ya sacrificada

el calor de ese otro cuerpo recostado y ansioso)

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uno puede presentir en Chavín de Huántar

mujeres y hombres orinando juntos

olor profundísimo a sexo

a miembro despierto de hombre

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no hay muertos en Chavín de Huántar

al menos no los suficientes

para borrar el perfume resinoso del amor

que hay en sus galerías y en sus muros

los cuerpos se aprietan todavía

a pesar de la antigua vigilancia de los guardias

y hierven como líquido sometido al calor

el sudor se bebe como chicha deliciosa

y el desenfreno es la natural manifestación

del mareo ardoroso de los vientres

hay arrechara en Chavín de Huantar

pero no todos los arqueólogos reunidos

podían darse cuenta

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(de Tratado de arqueología peruana)

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Cuando los muertos no son tan antiguos

Hacia una arqueología de lo contemporáneo

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I

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Yungay no está más en medio del callejón de Huaylas

Yungay no existe y sí existe

los ojos que contemplan Yungay no lo contemplan

y las voces que se escuchan en sus calles no son voces

sino el eco repetido de algo que ya no está

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no conozco Yungay a pesar de haber recorrido sus quebradas

no conozco Yungay a pesar de haber visto a aquellos que lo

habitan

porque hay gente en Yungay

y todos ellos ingresan a tiendas y a comercios

algunos extienden mercaderías en los puestos del mercado

otros almuerzan o llegan a sus casas a dormir

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todo a pesar de que no hay nada

no hay nada cientos de personas no se han dado cuenta

no hay casas donde entrar

no hay camas donde recostarse

ni mesas en que servir alimentos

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Yungay es solamente un campo santo

mirando a las montañas

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II

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1

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-excavación silenciosa

de una tumba pequeña

en el valle de Chilca-

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el arqueólogo

contempla distraídamente

el paisaje

excava

busca lo que

debajo de nosotros permanece

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“los paisajes en el Perú

Son tumbas enormes y calladas”

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espera

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ya tiene la pequeña pala

entre sus dedos

siente la frialdad del metal y anota

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“no me toca expresar

en esta brevísima libreta

lo que es que un hueso humano

se haga polvo entre mis manos”

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2

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por una cuestión puramente de azar

el arqueólogo ha amanecido en Ayacucho-Perú

plazuela de Huanta

la flor de la retama nace de la sangre caída

de los hombres de las mujeres de los niños

allí mismo florece

y los sinchis matan estudiantes

huantinos de corazón

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el arqueólogo piensa en una arqueología de lo humano. excavar en la misma plazuela de Huanta. excavar todas las fosas comunes de la tierra y saber si seríamos capaces de perdonar.

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es indispensable estudiar los patrones de esas tumbas silenciosas y disfrazar de tierra carente de muertos. el arqueólogo ha iniciado un pequeño artículo sobre el tema y ha renunciado a su proyecto del valle de Chilca. repite: “no me toca expresar / en esta brevísima libreta / lo que es que un hueso humano / se haga polvo entre mis manos”:

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(de Tratado de arqueología peruana)

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